viernes, 26 de agosto de 2016

Pamplinas

Ya de vuelta de vacaciones he retomado la lectura de esa maravillosa revista del rectángulo amarillo que es la National Geographic. Y me he topado con un artículo apasionante, cuyo contenido me gustaría compartir con vosotros.

El artículo en cuestión versa sobre la manipulación genética y sus consecuencias, éticas, sociales, ecológicas. La ingeniería genética permite, desde hace décadas, combinar genes de distintas especies para conseguir, por ejemplo, plantas resistentes a determinadas plagas, o la fabricación de insulina en laboratorio, que ha mejorado sustancialmente la vida de millones de diabéticos. Sin embargo, si bien la sociedad ha aceptado bastante bien los logros de la ingeniería genética en medicina, no acaba de transigir con los relativos a los cultivos llamados "transgénicos".

Pero parece que la revolución genética va por otros derroteros. En 2.013, prácticamente antesdeayer, apareció una nueva tecnología llamada CRISPR que permite la manipulación genética sin la necesidad de recurrir al intercambio de genes entre especies. Esta tecnología permite, por primera vez en la historia, que los científicos puedan, de forma rápida y precisa, alterar, borrar y reordenar el ADN de cualquier organismo vivo, incluídos nosotros.


La tecnología CRISPR (en inglés: clustered regularly interspaced short palindromic repeats, en español repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas) es un sistema que tienen algunas bacterias para combatir infecciones virales. Estas bacterias tienen la capacidad de identificar pequeñas secuencias del ADN de los virus y memorizarlas. Si el virus vuelve a atacar, usan esta memoria para enviar una enzima "asesina" que corta esa secuencia de ADN y la elimina. Los científicos han podido usar este sistema no sólo para "apagar" determinados genes, sino también para insertar nuevos códigos genéticos en organismos vivos. Esto ha abierto un campo infinito de aplicaciones, y de debate ético.

Una de las aplicaciones más inmediatas sería la introducción de secuencias genéticas en insectos que son vectores transmisores de enfermedades, como la malaria o el zika, que los harían estériles. Estos insectos podrían ser "soltado" en la naturaleza y en pocos meses podrían eliminar poblaciones enteras, al no poder reproducirse. Esto no es ficción, ya se está investigando.

Ante el potencial de esta tecnología, y sus posibles consecuencias medioambientales, sociales o éticas, se está debatiendo en diversos congresos a nivel mundial. Con el CRISPR se podrían tratar enfermedades como el SIDA, desarrollar cultivos resistentes a las sequías o alterar órganos provenientes de cerdos para poder transplantarlos a humanos. Pero también hay expertos que dicen que esta tecnología podría ser usada para crear armas de destrucción masiva.

Mientras en el mundo se debate sobre este tipo de Temas (y lo pongo con mayúscula por ser claves en nuestra sociedad), en nuestro país tratamos sobre cosas tan importantes como "¿Qué es corrupción?", "Mis diputados se merecen un sitio más destacado en el Congreso" o "¿Qué es mejor, votar el 25 o el 18 de diciembre?". Leyendo los periódicos, mirando la televisión o escuchando la radio, a veces me da la sensación de que, mientras el tren de la humanidad va camino de un precipicio, estamos discutiendo para ver a quién le toca el asiento de la ventana o a quién le corresponde pasillo. Temas fundamentales como la energía, el cambio climático, la sostenibilidad del sistema de pensiones o no se tratan, o se despachan con un par de frases que no son más que declaraciones de intenciones. A los que nos gobiernan o nos quieren gobernar les parecen pamplinas. Pamplinas en las que nos va la vida. Así nos va.

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